miércoles, 11 de marzo de 2009

FRUTOS DEL SEGUIMIENTO


“Yo soy la vid; vosotros los sarmientos.

El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto;

porque separados de mí no podéis hacer nada.”

Jn 15, 5


Optar por Jesús, significa para los hombres de todos los tiempos, entregarse a un compromiso fraguado en el crisol del amor infinito de Dios. Este discurso del Señor Jesús sobre la Vid verdadera y los sarmientos, está llena de significado para todos aquellos que hemos atendido a la dulce llamada que el Señor Jesús nos hace a seguirlo en la vocación sacerdotal.


El entregar la vida a la realización de un ideal, necesariamente lleva consigo el optar por algo mejor de aquello que hemos dejado. En nuestro seguimiento del Señor Jesús, el afirmar continuamente el ‘Sí’ al proyecto que tiene para nosotros, nos une de una manera extraordinaria a Él, tanto que nos hacemos uno en Él.


Los sarmientos son las ramas delgadas y aparentemente frágiles de las cuales en el momento oportuno cuelgan los racimos de uvas, cuando la planta está llena de frutos. Un sarmiento está vivo y puede dar y sostener la vida de los frutos únicamente si está firmemente unido a la Vid.


Nuestra vocación especifica, ésa a la que nos estamos entregando, se alimenta, crece y da fruto si estamos estrechamente unidos a Jesús. Es en la unión íntima, con el Señor Jesús en la que el misterio de nuestra vocación se hace fecundo y no sólo nos beneficia a nosotros mismos, sino que puede irradiar el amor y la cercanía de Dios a todos nuestros hermanos.


Es la unión con Cristo, -Vid Verdadera de la que somos sarmientos- en la que hemos de permanecer firmes en forma definitiva si sentimos en nuestro interior el constante llamado de Dios a consagrarnos a él en beneficio de toda la Iglesia. Porque, si por circunstancias ajenas a este santo llamado vamos alejando nuestro corazón de la unión con Cristo, y nuestros afectos y sentimientos ya no corresponden con los del Señor Jesús, y siguen solamente las apetencias y caprichos de nuestro propio egoísmo, perderemos la consistencia, nos secaremos; el compromiso hecho anteriormente nos quedará grande y seremos separados de la Vid porque nuestro fruto es nulo.


Somos testigos de cómo en nuestra Iglesia diocesana la voluntad santísima de Dios ha suscitado pastores para apacentar a su Pueblo y algunos frutos de nuestro Seminario, sarmiento insigne y fiel, han consistido en repetidas ocasiones en el surgimiento de sucesores de los apóstoles, obispos, que alguna vez fueron seminaristas formados en las aulas de nuestra “Alma Mater”.


Es momento propicio para que la Iglesia que peregrina en Monterrey, eleve una oración de acción de gracias a Dios nuestro Señor, por la designación que Su Santidad el Papa Benedicto XVI ha hecho de un nuevo obispo auxiliar para su servicio: Mons. Jorge Alberto Cavazos Arizpe, quien será consagrado en el orden episcopal a finales de este mes de marzo.


Sin duda este es un acontecimiento histórico para nuestra Comunidad, ya que Mons. Cavazos no solamente fue formador y maestro de muchas generaciones de seminaristas de Monterrey, sino que en su tiempo también perteneció a esta comunidad de aspirantes al sacerdocio. Nos unimos a la alegría de nuestra Iglesia diocesana y rogamos a Dios para que siga colmando a nuestro nuevo obispo auxiliar del celo pastoral que hasta hoy, le ha permitido producir abundantes frutos de santidad en el Pueblo de Dios.

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