lunes, 9 de febrero de 2009

VENID Y LO VERÉIS

“Maestro…¿dónde vives?” –“Venid y lo veréis” (Jn 1, 38-39)

Indudablemente este pasaje del evangelio de San Juan, ilumina de una manera eficaz, la realidad que representa para nosotros el discipulado. En algún momento de nuestra historia vocacional, alguien nos reveló la identidad del Señor Jesús, y nosotros al hacer nuestra, esta alegre noticia, fuimos en pos de Él siguiéndolo emocionados. Y he aquí que percatándose de nuestro seguimiento, el Señor se vuelve a nosotros y nos cuestiona sobre nuestras intenciones: “¿Qué buscáis?”, es entonces cuando los vivos deseos de hacernos sus discípulos se revelan en una pregunta: “Maestro… ¿dónde vives?”. Parecería que nosotros lo encontramos, sin embargo, es Él, quien con la fuerza de su presencia nos ha llamado y ejerce sobre nosotros una atracción que es difícil describir con palabras.


La pausa que sigue a nuestra pregunta, nos sirve de respiro para contemplar esta experiencia que cambiará para siempre nuestro caminar por este mundo. Y la tan ansiada respuesta llega a nuestros oídos de boca de Aquel que significa tanto para nosotros y que pronto se convertirá en nuestro Todo: “Venid y lo veréis.”

Entonces los discípulos, “fueron, pues, vieron donde vivía y se quedaron con él aquel día.” De igual manera nosotros, hemos venido, vimos dónde vivía y nos quedamos con él este día. Para nosotros, emprender este fascinante camino de seguimiento del Señor, ha representado dejar todo atrás y venir a conocer la Casa del Señor, que ahora se ha convertido en la nuestra, es una Casa que se convierte en el hogar de los discípulos más cercanos del Señor, cercanía que lejos de ser un mero privilegio, nos compromete más a vivir santamente y a entregar todo por la causa del Señor.


El Seminario es ese espacio-temporalidad, en el que en íntima compañía del Señor Jesús, los discípulos seminaristas nos vamos moldeando con fuertes experiencias comunitarias y personales de Dios, que nos capacitan para acoger y hacer nuestra una misión ardua que lanza sus efectos y fines a la eternidad, esta misión es la misma del Señor Jesús: la salvación de los hombres.


El Seminario es el Lugar donde habita el Señor; es un Lugar en donde se está de paso, ya que en la pedagogía evangélica es necesario que no nos acostumbremos a la instalación, porque nosotros como Jesús no debemos tener lugar para reclinar la cabeza, garantizando así la libertad para ir a donde Dios nos envíe.

El Seminario es ese Tiempo, ese día, que pasamos en compañía del Señor para aprender de su ejemplo, el amor incondicional a los hombres y tratamos con todas nuestras fuerzas de asemejarnos a él para ser en medio de su Pueblo Santo, diafanía (transparencia) de su presencia santificadora.

El Seminario es Lugar y es Tiempo privilegiado, para formar y fortalecer el corazón, para formar y fortalecer la mente, para formar y fortalecer el espíritu, en pos de una misión que nos es confiada, una misión que “nadie puede apropiarse, si no le es dada de lo alto.”

El Seminario es nuestra Casa, el Seminario es nuestro Hogar, el Seminario es nuestra “Alma Mater”. Es donde con mayor intensidad somos testigos de la Providencia de Dios en este camino formativo que juntos vamos recorriendo. Gracias a esta Providencia de Dios, presente a través de nuestros generosos bienhechores, no nos falta nada, ni en lo espiritual, ni en lo material. Esto nos compromete aún más para poner de nuestra parte el mayor esfuerzo en aprovechar y cooperar para que los recursos que Dios nuestro Padre pone a nuestra disposición no se desperdicien y cumplan así con su finalidad.


En este mes que celebramos el Día del Seminario, centremos nuestra atención en todo lo que recibimos de Dios, trabajemos sin descanso para que todo sea administrado santamente y elevemos una acción de gracias a Dios, por la providencia que nos muestra en este DÍA que hemos decidido pasar en el LUGAR donde habita el Señor Jesús, nuestro Maestro.

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